Juan Ramón Jiménez

Yo Me Moriré, Y La Noche


Yo me moriré, y la noche
triste, serena y callada,
dormirá el mundo a los rayos
de su luna solitaria.

Mi cuerpo estará amarillo,
y por la abierta ventana
entrará una brisa fresca
preguntando por mi alma.

No sé si habrá quien solloce
cerca de mi negra caja,
o quien me dé un largo beso
entre caricias y lágrimas.

Pero habrá estrellas y flores
y suspiros y fragancias,
y amor en las avenidas
a la sombra de las ramas.

Y sonará ese piano
como en esta noche plácida,
y no tendrá quien lo escuche
sollozando en la ventana.

La única Rosa


Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.

Todas las rosas son la


Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
Y todo queda contenido en ella,
breve imajen del mundo,
¡amor!, la única rosa.

¡Venid, siglos venideros, tened!


¡Venid, siglos venideros,
tened! Y ahora, huid, volad,
que ya os volveré a cojer
antes de vuestro final.

¡Qué alegría este tirar


¡Qué alegría este tirar
de mi freno, cada instante;
este volver a poner
el pie en el lugar cercano,
(casi otro, casi el mismo),
de donde aprisa se iba;
este hacer la seña leve,
segundamente, inmortal!

¡Qué hueco tan robado


¡Qué hueco tan robado
el de este vano cielo
que nada al alma pone,
ni nada quita al cuerpo!

¡Qué hermosa muestra eres, cielo


¡Qué hermosa muestra eres, cielo azul del día,
a los despiertos ojos,
de lo despierto!

¡Qué ejemplo hermoso eres, cielo azul nocturno,
a los ojos dormidos,
de lo que sueña!

¡Qué lejos, azul, el cielo,


¡Qué lejos, azul, el cielo,
de la tierra pobre! Pero
los dos son el día bueno.