Fuego Sobre El Madero

Después de romper el áspero

castrante

hostil
cerrojo de las ataduras
apuñalé al pecado
cayendo agónicas
mis trabas y mis culpas

Dejé de pedir permiso para vivir

Disponiendo conocerte
abrí tus brazos en cruz

—cristo de mis pasiones—
y hundí el sabor
de mi presencia

en tus pies

en tu cuello
en la blanca playa de tu espalda

Recorriéndote fui creciendo

hoja de tu rama

rama de tu árbol

árbol de tu bosque
hoja loca al vaivén
de tu tronco elocuente

Empinando a la fiebre
mi despertar
caminé y rodé en tus cumbres
y tu sexo brotó
dejando su vasta lluvia
en mi rezumante tierra nueva.
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