A Claudio Rodríguez

A CLAUDIO RODRÍGUEZ...

A Claudio Rodríguez, recordando el día en que, con un

cigarrillo temblándole en los labios, me dijo, en el Drugstore

de Fuencarral, «a esta gente hay que ganarla».



Aun cuando tejí mi armadura de acero

el terror en mis ojos muertos.

Aun cuando con mano blanca y nula

hice de silencio tus orines

y la nieve cae aún sobre mi cuerpo

pese a ello se impone un silencio aún más hondo

a los clavos que habían horadado mi cráneo:

aun cuando sean huesos quizá lo que no tiembla

aun cuando el musgo concluye mi pecho¹

el terror remueve las cuencas vacías.



¹ Este poema puede leerse también con la siguiente variante:


Aun cuando el musgo es certeza en mi pecho

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