¿dónde?

¿Dónde?

A Franciso Díaz de Castro

Donde ya no hay palabras,

donde sopla el silencio su cristal

y lo afina en la copa del consuelo;

donde el llanto se rinde, desoído en su fe,

a su duro esqueleto de alegría;

donde el hueso y la carne,

donde el dolor y el miedo callan sordos;

donde se vio atendida

un instante en su afán nuestra plegaria.

Sobre la misma muerte,

en su podrida turba, en su fermento oscuro,

donde arraiga, carnívora,

la fiera flor solar de estar con vida.

En el ciego entusiasmo, en la pureza:

donde tan sólo fuimos


—¿dónde?—

pobres almas de dios,

sólo polvo feliz

que la tormenta eleva sobre el mundo,

suplicante


relámpago


de amor,

eléctrica belleza sin custodio.

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