Escuchando La Música Sacra De Vivaldi

Escuchando la música sacra de Vivaldi

A Carlos Marzal y Felipe Benítez

Como agua bendita,

como santo rocío tras la noche de fiebre

lava el alma esta música con su perdón sincero,

fluyente arquitectura que en el aire vertebra

la ilusión de otra vida

salvada ya para gozar la gloria

de un magnánimo dios.


De lo terrestre naces,

del metal y la cuerda, de la madera noble,

de la humana garganta

que estremecida afirma la hora suya en el mundo;

y sin embargo vuelas, gratitud hecha música,

evanescente espíritu

que en el viento construyes tu perdurable reino.


Si algún eco de ti sonara en nuestra muerte...


En mitad de la muerte suenas hoy,

cadencioso milagro, pura ofrenda de fe

en honor de ese dios que no escucha tu ruego

o que escucha escondido, tras su silencio oscuro,

la demanda de luz con que el hombre lo abruma.


Y si no existe un dios,

¿quién inspira en tu canto tan cumplido consuelo,

extraña melodía de blasfema belleza

que a los hombres sugieres su condición divina,

para qué sordo oído

—cuando sea ya el nuestro desmemoria en el polvo—,

en mitad de la muerte, orgullosa plegaria emocionada,

celebras esa frágil plenitud

de no sé qué verano o qué huérfana espuma

feliz

de aquella ola

que en la mañana fuimos?

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