Plaza
Los árboles filtran un ruido de ciudad.
Caminos que se enrojecen al abrazar la rechonchez de los parterres.
Idilios que explican cualquiera negligencia culinaria. Hombres
anestesiados de sol, que no se sabe si se han muerto.
La vida aquí es urbana y es simple.
Sólo la complican:
Uno de esos hombres con bigotes de muñeco de cera, que
enloquecen a las amas de cría y les ordeñan todo lo que
han ganado con sus ubres.
El guardián con su bomba, que es un “Manneken-Pis”.
Una señora que hace gestos de semáforo a un vigilante, al
sentir que sus mellizos se están estrangulando en su barriga.
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