El Rito
EL RITO
Me habían traído hasta allí con
los ojos vendados. Llamas sinuosas corrían sobre el piso del
santuario en ciertos momentos de la noche sepulcral, subían las
columnas y embellecían la flor exquisita del acanto.
Las cariátides de rostro sereno,
sostenían en la mano balanzas emblemáticas y
lámparas extintas.
Me propongo dedicar un recuerdo a mi
compañero de aquellos días de soledad. Era amable y
prudente y juntaba los dones más estimados de la naturaleza.
Aplazaba constantemente la respuesta de mis preguntas ansiosas. Yo le
llevaba unos años.
Él murió a manos de una turba
delirante, enemiga de su piedad. Me había dejado en la
ignorancia de su origen y de sus servicios.
Yo estuve cerca de abandonarme a la
desesperación. Recuperé el sosiego invocando su nombre,
durante una semana, a la orilla del mar y en presencia del sol
agónico.
Yo retenía un puñado de sus cenizas en
la mano izquierda y lo llamaba tres veces consecutivas.
Me habían traído hasta allí con
los ojos vendados. Llamas sinuosas corrían sobre el piso del
santuario en ciertos momentos de la noche sepulcral, subían las
columnas y embellecían la flor exquisita del acanto.
Las cariátides de rostro sereno,
sostenían en la mano balanzas emblemáticas y
lámparas extintas.
Me propongo dedicar un recuerdo a mi
compañero de aquellos días de soledad. Era amable y
prudente y juntaba los dones más estimados de la naturaleza.
Aplazaba constantemente la respuesta de mis preguntas ansiosas. Yo le
llevaba unos años.
Él murió a manos de una turba
delirante, enemiga de su piedad. Me había dejado en la
ignorancia de su origen y de sus servicios.
Yo estuve cerca de abandonarme a la
desesperación. Recuperé el sosiego invocando su nombre,
durante una semana, a la orilla del mar y en presencia del sol
agónico.
Yo retenía un puñado de sus cenizas en
la mano izquierda y lo llamaba tres veces consecutivas.
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