La Isla De Las Madréporas
LA ISLA DE LAS MADRÉPORAS
Los salvajes miran una mueca en el rostro de la
luna. Se llenan de susto e imputan al ogro nocturno alguna ofensa
infligida al astro malignante.
Sintieron durante el sueño sus pisadas
rotundas. Debía de apoyar en ese momento su talla desemejable
sobre un asta arrancada del bosque.
El más gallardo de los mozos se dispone a
salir en demanda de la ballena. Los compañeros celebran sus
hazañas de cazador, su impavidez en el escalamiento de las
montañas y traen su genealogía del buitre carnicero.
Un lamento del bosque desaconsejaba la empresa del
joven caudillo y sonó más fuertemente al salir en su nave
de velamen de esparto.
Los compañeros lo seguían cabizbajos y
se equivocaban a menudo en la maniobra.
El joven cazador, esperanza de una sociedad natural,
divisa un pez deleznable y lo persigue apasionadamente. Los
compañeros se quejan de la caza infructuosa y proponen el
retorno.
El joven caudillo pierde el dominio de sí
mismo y solicita derechamente su ruina. Se enreda en la soga del
arpón y lo dispara consumiendo el esfuerzo de su brazo.
El pez herido lo arrastra al abismo de las aguas y
un torbellino de gaviotas señala, días enteros, el paraje
del suceso.
Los salvajes miran una mueca en el rostro de la
luna. Se llenan de susto e imputan al ogro nocturno alguna ofensa
infligida al astro malignante.
Sintieron durante el sueño sus pisadas
rotundas. Debía de apoyar en ese momento su talla desemejable
sobre un asta arrancada del bosque.
El más gallardo de los mozos se dispone a
salir en demanda de la ballena. Los compañeros celebran sus
hazañas de cazador, su impavidez en el escalamiento de las
montañas y traen su genealogía del buitre carnicero.
Un lamento del bosque desaconsejaba la empresa del
joven caudillo y sonó más fuertemente al salir en su nave
de velamen de esparto.
Los compañeros lo seguían cabizbajos y
se equivocaban a menudo en la maniobra.
El joven cazador, esperanza de una sociedad natural,
divisa un pez deleznable y lo persigue apasionadamente. Los
compañeros se quejan de la caza infructuosa y proponen el
retorno.
El joven caudillo pierde el dominio de sí
mismo y solicita derechamente su ruina. Se enreda en la soga del
arpón y lo dispara consumiendo el esfuerzo de su brazo.
El pez herido lo arrastra al abismo de las aguas y
un torbellino de gaviotas señala, días enteros, el paraje
del suceso.
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