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A Un Ruiseñor

Ruiseñor, que entre las hojas
de la más florida acacia
has tenido todo mayo
fresca, primorosa estancia,

¿Por qué picas ese ramo
de menudas flores albas,
que te mece si dormitas,
y te acaricia si cantas:

Y a tu lado cariñoso
presta a un tiempo con sus galas
colgaduras a tu lecho
perfumes a tu morada?

¡Diote la acacia amorosa
cuna y sombra regaladas;
y tú rompiendo sus hojas,
¡ay! con heridas le pagas!-

Yo sé, pájaro sonoro,
que en tus dos inquietas alas
vas a lanzarte, a otro valle
por siempre huyendo esa rama.

Mas no por eso a tu amiga,
ruiseñor, con loca saña
has de romperle las perlas
de su corona preciada.

¡Que cuando estés lejos de ella,
tal vez recuerdes con ansia
la frescura de su sombra,
la esencia de sus guirnaldas!